El Paisaje Inventado

Vengo desde Zaragoza rumiando lo que pensaba Joaquín Costa de los embalses y percibiendo la dureza de sus secarrales y me viene a la memoria lo que ya dijo Plinio el Viejo: "algunos insensatos se empeñan en hacer que el clima obedezca al suelo"... cuando me encuentro con la "verde" Castilla (sí, si, no me equivoco) y me desconcentra la hermosura de un verde tapiz fruto de las oportunas lluvias pasadas.

En Aragón llaman a estas lluvias primaverales, que apagan la sed persistente de aquellas tierras, "el agua verde" porque transmutan milagrosamente, en pocas horas, el apagado cromatismo del secarral.

En Madrid se celebraba antaño el "agua de mayo" del refranero con la romería de Santiago el Verde (pero no sé las fechas).

Hoy ha sido un placer visual recorrer esos campos pardos de la meseta convertidos en la Castilla verde que rectifica los castizos adjetivos que la acompañan en las páginas de Unamuno, de Baroja, de Azorín o de Machado. Lo que se llama en nuestros escritores  del 98 "árida llanura, triste y melancólica”, “ardorosa y calcinada”, nos ofrece un panorama risueño de prometedor colorido. Un mar verde y ondulante de trigales creciendo, de cebadas y alfalfas, con un alto y desbordante festón de hierbas escoltando los caminos. Las carrascas oscuras alternan con las matas de aulagas y el puntillismo impresionista de las amapolas; en las vaguadas el frescor alegre de los álamos brotados.

Hasta la cima calva de los alcores parece alcanzada por el verdor de los chaparrales.

¡Cuantos verdes diversos en la Castilla verde!

Ésta es otra Castilla menos conocida: ¿no es el paisaje de Castilla una versión inventada por los que lo describieron?

Parece que todo es cuestión de tiempos, cuestión del momento: La Naturaleza es ella y su circunstancia. ( ¿¿??)

Por: Teresa Villarino Valdivielso